lunes, 1 de agosto de 2022

Hablando de mujeres

En todo tiempo las mujeres se han destacado de una u otra manera, incluso en campos supuestamente asignados para los hombres como la ciencia, los deportes y la investigación. Desde siempre, podría decirse, hemos tenido la capacidad, aunque quizás no los medios, para alcanzar los mismos objetivos que los hombres y aún mucho más, justamente por ser diferentes a ellos.

Por eso, no permitamos que "la lucha por la igualdad" nos haga mediocres. Que no nos desenfoquemos de nuestro propósito, de nuestras metas, por perseguir una rivalidad innecesaria y fútil.

Hoy en día, no hay ámbitos en que las mujeres no puedan desenvolverse con la misma aptitud que un hombre. En ocasiones, incluso mejor. Las mujeres tenemos capacidades dadas por Dios que nos hacen diferentes y nos enriquecen como personas, nos dan la oportunidad de realizar aportes e incluso alcanzar fines impensados.

Que el deleite de saber quiénes somos, y la obra maravillosa que somos, venza los absurdos de querer ser algo que ni siquiera es bueno para nosotros y, además nos denigra.

La lucha por la igualdad ante la ley, por la igualdad de derechos y oportunidades, es una cuestión; pero, la supuesta lucha de "ser iguales a los hombres" es un atentado contra nuestra propia esencia. Nuestra femineidad no es negociable: no deberíamos dejarla de lado por competir ciegamente por ser otra cosa.

La mujer que se conoce a sí misma no necesita rivalizar con nada ni con nadie. No necesita imitar ni buscar ser algo que no es. No necesita levantar su autoestima humillando a otros. Al contrario. Su dignidad la llevará a honrar a quien es debido sin temer por ello. 

Tomemos fuerza y valor en saber quiénes somos y cómo somos. Para Dios, el Creador, somos iguales a los hombres. Ni más, ni menos. Pero, Él mismo nos hizo diferentes al hombre para honrarnos mutuamente, para edificarnos mutuamente, para colaborar el uno con el otro y no para competir.

Somos más sabias cuando aceptamos esta estupenda verdad, no lo dudes.